Comprender la diferencia entre bullying y conflicto escolar es clave para abordarlos de manera efectiva. En la Red de Colegios Renfort implementamos estrategias para educar a nuestra comunidad, mitigar el impacto de cada situación y evitar su escalonamiento, creando así espacios seguros y de convivencia.
“De una manera u otra, el conflicto es parte de la experiencia diaria. Es un desacuerdo o una discusión en que las dos partes expresan sus opiniones. Los participantes pueden frustrarse o enojarse, pero típicamente esto no les hace sentir inseguros o amenazados. Por otro lado, el acoso es un comportamiento unilateral con la intención de hacerle daño o humillar a alguien”. (Montgomery County Public, 2010)
El bullying no es solo un desacuerdo; es un ejercicio de poder que genera miedo y desesperanza en quienes lo sufren. Para combatirlo, es fundamental que colegios, familias y la sociedad trabajaremos juntos en la formación de niños, niñas y adolescentes, promoviendo ambientes de respeto y aprendizaje seguro. Las acciones que te compartimos a continuación hacen parte del enfoque integral que implementamos en el Colegio Renfort, diseñado para fomentar la empatía, el diálogo y la participación activa de toda la comunidad educativa.
1. Comprender: Escuchar y percibir su mundo
Sólo al experimentar su realidad podemos entender aspectos que muchas veces pasan desapercibidos para los adultos. Para lograrlo, es clave abrir espacios de diálogo, escuchar sus opiniones e involucrarlos en las decisiones que afectan su vida familiar y escolar.
Aunque el acoso surge en la interacción entre dos personas, su impacto se expande progresivamente hasta afectar a toda la comunidad. Cada quien lo vive de manera distinta, pero con el tiempo sus efectos pueden extenderse a la sociedad en general. La principal afectada será la víctima, quien puede experimentar una disminución en su desempeño escolar y desarrollar temor a asistir al colegio. Su autoestima puede verse afectada, aumentando su ansiedad y provocando cambios en su estado de ánimo.
La principal afectada será la víctima: su desempeño escolar puede disminuir, puede desarrollar miedo a asistir al colegio, sufrir ansiedad o cambios de ánimo. Pero quienes presencian estas situaciones también se ven impactados. Pueden experimentar culpa, impotencia e incluso llegar a normalizar la violencia, ver la agresividad como algo aceptable o necesario para “encajar”.
2. Vincular: Construir un vínculo genuino desde el respeto
Para acompañarlos verdaderamente, necesitamos estar presentes en su mundo con respeto y sin imponer. Ya sea como observadores o participando activamente según lo permitan, se trata de reconocer su dignidad y brindarles el mismo respeto que a cualquier adulto.
Conversar sobre temas ajenos al colegio, interesarnos por sus pasatiempos, recordar detalles de su día a día… todo eso genera confianza y momentos de conexión reales. Además, compartir nuestras propias experiencias (sí, incluso las equivocaciones divertidas) les ayuda a vernos como seres humanos auténticos, accesibles y cercanos.
Hacer actividades juntos, encontrar gustos en común y reírse de anécdotas cotidianas fortalece el vínculo, fomenta la empatía y abre canales de comunicación más profundos.
3. Prever: Anticiparse con atención y empatía
Identificar señales a tiempo puede marcar la diferencia. La violencia no aparece de la nada: muchas veces nace en las relaciones entre pares y se extiende a otros espacios.
Existen factores de riesgo como la soledad, la falta de apoyo familiar o amistoso, o la presencia de violencia psicológica o verbal (como apodos, burlas, chantajes o manipulación). Por eso es tan importante enseñarles a detectar relaciones tóxicas y fortalecer los vínculos afectivos.
Empoderar a quienes son testigos también es vital. A menudo sienten empatía por la víctima, pero el miedo les impide intervenir. Ayudarlos a actuar desde la solidaridad y no desde la indiferencia transforma los entornos.
Además, debemos involucrarnos en la construcción de sus espacios: parques, escuelas, polideportivos, ludotecas. No solo para que participen, sino para que lideren, propongan y se sientan parte activa de su comunidad.
4. Accionar: Escuchar, actuar y acompañar con claridad
El acompañamiento frente a una situación de bullying debe ser sereno pero decidido. Sin alarmarse, pero sin postergarlo. Lo primero: hablar con ellos desde la empatía, darles un espacio seguro donde puedan compartir lo que sienten sin miedo ni juicio.
Actuar a tiempo es fundamental. Minimizar el problema solo lo agrava. Comunicar la situación al colegio y asegurarse de que se tomen acciones concretas permite proteger su bienestar desde el primer momento.
También es importante evaluar si requiere apoyo psicológico o médico. Muchas veces el impacto emocional repercute en su salud general, y contar con profesionales adecuados puede marcar una gran diferencia.
Escuchar, sostener y actuar no solo protege a quien lo necesita: también fortalece su confianza y capacidad para construir relaciones sanas y seguras en el futuro.
Bibliografía
- Granado, X. O., & Galindo, P. D. B. (2023). Prevención de las distintas formas de ciberacoso y acoso tradicional entre iguales: el papel de las emociones morales. Infancia y Adolescencia, 12, 251–280.
- Matternowska, M. C., A. P. and D. F. (2016). The Multi-country study on the drivers of violence affecting children: A cross-country snapshot of findings. 10.
- Mendieta, L., Arteaga, F. M., & Chamba, J. (2019). El acoso escolar en la educación general básica.
- Ministerio de Educación Nacional (2013). Ley 1620 de 2013.
- Montgomery Public Schools (2010). Bullying Vs Conflict: What’s the difference.
- Secretaría de Educación Distrital (2023). Boletín de hostigamiento escolar, Bogotá D.C.